Un equipo de investigadores usa la cooperación descentralizada de los insectos para diseñar autómatas.
A diferencia de las catedrales humanas, las termitas levantan sus termiteros sin necesidad de un plano general de la obra ni una jerarquía en la construcción.
Y alguna de las torres de sus nidos son 500 veces más grandes que los
insectos que las levantan. Inspirados en su inteligencia colectiva, unos
ingenieros estadounidenses han diseñado robots capaces de construir
torres, pirámides y castillos de forma descentralizada y autónoma.
Las termitas y otros insectos sociales, como abejas, avispas y hormigas, colaboran siguiendo su propia versión del piensa globalmente, actúa localmente. Son capaces de operar de forma descentralizada y reaccionando a cambios en su entorno más inmediato para construir sus nidos. Entre las primeras se han encontrado algunos termiteros catedrales con una ocupación de 1.000 m3. Es lo que el entomólogo francés Pierre-Paul Grassé llamó estigmergia, una forma de colaboración basada en unas pocas reglas implícitas (que pueden ser señales químicas como las feromonas, cambios en la temperatura o pequeñas alteraciones en el medio físico).
Siguiendo ese modelo de acción colectiva descentralizada, investigadores de dos institutos de la Universidad de Harvard han creado sus robots TERMES. Equipados con una serie de sensores para detectar su entorno o la presencia de otros robots, los ingenieros les grabaron la imagen final de la estructura que deseaban y una serie de reglas básicas de comportamiento: coger un ladrillo, detectar el hueco más próximo, escalar de uno en uno o detenerse ante la cercanía de otro robot y poco más. Mediante una serie de algoritmos, ellos solos pudieron levantar varias estructuras estables y sin que aquello degenerara en un atasco de robots.
"La inspiración clave que cogimos de las termitas es la idea de que puedes hacer algo sin un supervisor.
Y, en segundo lugar, que lo puedes hacer sin que todos tengan que
intervenir en qué hacer, sino sólo modificando su entorno", dice la
profesora de informática de Harvard y coautora del trabajo, Radhika
Nagpal. En el caso de los TERMES, su guía fundamental era encontrar el
siguiente hueco donde dejar su ladrillo antes de ir a por otro.
Como las termitas, la estigmergia de los robots se concreta en actos individuales a bajo nivel con resultados a alto nivel. Tanto los insectos como los autómatas observan los cambios que sus compañeros realizan en su entorno y actúan en consecuencia. Cada robot opera en paralelo con los demás pero sin saber lo que hacen ellos. Tanto que, cuando detecta a uno en su camino, se detiene y espera su turno para ir completando el puzle. En este original enfoque de la inteligencia artificial, las instrucciones bajo las que operan los robots son esenciales para que el sistema no se vuelva caótico.
Las termitas y otros insectos sociales, como abejas, avispas y hormigas, colaboran siguiendo su propia versión del piensa globalmente, actúa localmente. Son capaces de operar de forma descentralizada y reaccionando a cambios en su entorno más inmediato para construir sus nidos. Entre las primeras se han encontrado algunos termiteros catedrales con una ocupación de 1.000 m3. Es lo que el entomólogo francés Pierre-Paul Grassé llamó estigmergia, una forma de colaboración basada en unas pocas reglas implícitas (que pueden ser señales químicas como las feromonas, cambios en la temperatura o pequeñas alteraciones en el medio físico).
Siguiendo ese modelo de acción colectiva descentralizada, investigadores de dos institutos de la Universidad de Harvard han creado sus robots TERMES. Equipados con una serie de sensores para detectar su entorno o la presencia de otros robots, los ingenieros les grabaron la imagen final de la estructura que deseaban y una serie de reglas básicas de comportamiento: coger un ladrillo, detectar el hueco más próximo, escalar de uno en uno o detenerse ante la cercanía de otro robot y poco más. Mediante una serie de algoritmos, ellos solos pudieron levantar varias estructuras estables y sin que aquello degenerara en un atasco de robots.
Como las termitas, la estigmergia de los robots se concreta en actos individuales a bajo nivel con resultados a alto nivel. Tanto los insectos como los autómatas observan los cambios que sus compañeros realizan en su entorno y actúan en consecuencia. Cada robot opera en paralelo con los demás pero sin saber lo que hacen ellos. Tanto que, cuando detecta a uno en su camino, se detiene y espera su turno para ir completando el puzle. En este original enfoque de la inteligencia artificial, las instrucciones bajo las que operan los robots son esenciales para que el sistema no se vuelva caótico.
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